17:25 (Hace 1 hora)
| ||||
|
|
17:25 (Hace 1 hora)
| |||
|
|
13.04.12Del Editor
Los mediosdLOS MEDIOS DE (IN) COMUNICACION en Bartolomé Mitre 1232
“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Agustín Nicolás Ruiz de Santayana
Han transcurrido ya varios meses desde el trágico 4 de noviembre de 2011. Otro día negro para los profesionales de la construcción. Vale recordar que a la hora 20:45, el segundo cuerpo de un edificio de diez pisos, ubicado en la dirección que titula esta nota, del barrio de Balvanera, C.A.B.A., se derrumbó provocando una víctima fatal. Por el Arq. Gustavo Di Costa Editor de Revista ENTREPLANOS Todos los ojos se dirigieron ese atardecer a una obra contigua, en la que se estaban desarrollando trabajos de excavaciones. Automáticamente, se comparó este hecho con el derrumbe del gimnasio emplazado en Villa Urquiza, ocurrido en el mes de agosto del año 2010. Esta crónica no busca indagar en las hipótesis que ocasionaron la caída del edificio de Bartolomé Mitre y Libertad. Son muchas las especulaciones y deberá ser la justicia la encargada de establecer responsabilidades en forma fehaciente. Quisiera sí dirigir mi mirada a los “medios masivos de comunicación”, rótulo que universaliza a una gran cantidad de profesionales que, con la voracidad de un felino hambriento en plena jungla, buscan una “primicia” a costa de desinformar, la cara opuesta de la labor que -se supone- desean realizar. Fueron tan escasas como honrosas las excepciones en las cuales este delicado tema fue tratado con un rescatable profesionalismo. El resto -fundamentalmente en los canales de noticias- constituyó una carrera en busca de un culpable inmediato a quien lapidar mediáticamente. De esta forma, desfilaron por la escena periodistas que sostuvieron una importante cantidad de argumentos, tan arbitrarios como insólitos, que intentaban explicar las causas exactas del derrumbe. Por supuesto, en muy pocos casos se entrevistaba a profesionales con el suficiente expertice en la materia para que pudieran brindar una opinión fundamentada sobre lo ocurrido y sus consecuencias. El tema era “llenar el aire” con especulaciones lo más llamativas y originales posibles. Desconocen estos profesionales de la información la enorme y valiosa tarea que instituciones destacadas como el Consejo Profesional de Ingeniería Civil, la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Tecnológica Nacional, el Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo -por mencionar sólo algunas de ellas- llevan a cabo a fin de desarrollar normativas y análisis técnicos tendientes a evitar que hechos de estas características vuelvan a ocurrir. La idea era sí, insisto, buscar un culpable instantáneo sin importar opiniones expertas. Un periodista llegó a afirmar que “era un hecho la culpabilidad del Director de obra”, pasando por alto la presunción de inocencia, un principio de orden constitucional que integra el conjunto de garantías de las cuales gozan todos los habitantes de la Nación. En este contexto, lamentablemente, se nutría cada vez más la falta de información. Como rezaba uno de los slogans de aquella joyita del periodismo informal que fue “La Noticia Rebelde” todos brindaban “Un aporte más a la confusión general”. Los buenos y los malos Pasaban las horas y la tensión era insostenible, mientras las víctimas deambulaban pidiendo ante las cámaras una entendible asistencia para su problema, algunos de nuestros amigos del cuarto poder continuaban regodeándose sobre lo ocurrido aumentando el estado de “confusa arbitrariedad”. Domingo por la tarde, un periodista televisivo con cara -y tono- acorde a la suma de escombros que se transmite afirma: “el edificio tenía ochenta años, era lógico que se derrumbara con una obra en construcción al lado”. Como si se tratara de la lucha del bien (los vecinos) contra el mal (los profesionales inescrupulosos que a costa de especular y “ganar miles de millones matan gente” -textual opinión de un vecino de la obra siniestrada-), la pantalla se completaba con discursos diversos. Vuelvo a afirmar que no existía la menor hipótesis respecto de lo ocurrido, pero la culpabilidad del profesional era un hecho. Demás está decir que se confundían en la mayoría de las crónicas los roles profesionales de Director de obra con el de Jefe de obra, se informaban datos que el cartel de obra no contenía -y era lógico ya que ninguna normativa los exige-, entre otras perlas de llamativa exageración e ignorancia. Por supuesto que, salvo casos muy específicos, es razonable que un periodista no conozca el Código de Edificación de memoria -o cualquier normativa de nuestro sector-. Lo que afirmo es que precisamente por eso deberían recurrir ante estos casos a los muchos -y muy buenos- profesionales que con su experiencia fundada durante años de trabajo, podrían aportar una opinión más que respetable. Esa lógica, en este caso, permaneció ausente. Y si el periodismo recurría a ellos era para saber “quien tuvo la culpa”. Muerto el perro (mediáticamente) se acabó la rabia. Si a nuestra sociedad sólo le importa lapidar al culpable e ignora los motivos que pudieron provocar el problema, estaremos condenados a repetir, una y otra vez, el mismo error. Desde ya que este razonamiento no excluye que -si se demuestra la mala praxis del o los profesionales interviniente/s- deban los mismos responder ante la pena que la justicia entienda más adecuada.
Fuente: Revista ENTREPLANOS
HUIRSE BELLINA JORGE ALBERTO
RECOLETA NEWS
REPORTERO EN ARGENTINA TELE SUR TV - VENEZUELA
MIEMBRO EN CUMBRE DE LAS AMERICAS
|